Localizado el antiguo Colegio Santa Marta

El Área Municipal de Arqueología y Patrimonio Histórico de Villajoyosa realiza un informe etnológico previo a la autorización de cualquier obra en el casco antiguo, tal como estipula el Plan Especial de Protección y Conservación del Conjunto Histórico, declarado bien de interés cultural. A veces estos informes deparan grandes sorpresas, como acaba de suceder en el inmueble de la calle Achivos, nº 5. Era sin duda una casa importante, no solo por sus grandes dimensiones, sino también porque su fachada principal daba a la antigua plaza Mayor, en el corazón de la villa.

Los técnicos de Patrimonio Histórico de Villajoyosa están acostumbrados a hacer estudios previos en muchas casas antiguas, pero desde que pusieron el pie en el zaguán se dieron cuenta de que esta era diferente: los dos primeros pisos eran casi idénticos, con cocinas demasiado grandes; una pequeña alcoba vigilaba por un ventanuco la entrada principal; el zaguán tenía una escalinata que daba acceso a un pasillo en la entreplanta, cerrado por una cancela historiada decorada con símbolos religiosos que hoy pasan fácilmente desapercibidos a la mayoría de las personas, pero durante la realización de un informe de este tipo se analiza cada detalle, porque puede tener la clave para comprender quién habitó cada casa, en qué trabajaba, qué aficiones tenía…

Precisamente en la cancela, casi toda ella pintada de gris, llamaron en seguida la atención un gran cáliz, en la puerta, y sobre todo los únicos dos elementos pintados de rojo: dos granadas. La sociedad del siglo XIX —y el estilo del interior de la casa nos hablaba de una reforma importante en ese siglo— era mayoritariamente religiosa, pero eso no justificaba un símbolo sacerdotal como el cáliz y otro símbolo tan especial y tan poco habitual como la granada, que representa a la Virgen María. Poco a poco fueron apareciendo otros símbolos, como la rosácea, o roseta de seis pétalos, un símbolo religioso prerromano que encontramos a menudo en el mundo celta, y que la iglesia utilizó normalmente en los rosetones con vidrieras de las iglesias románicas y góticas, para dejar entrar la luz. En la religión cristiana significa precisamente eso, la luz de Cristo como centro de todo, como única verdad. Este símbolo aparece al menos cuatro veces en la casa: en la decoración claveteada de la plancha metálica del portón (que se va a recuperar en la reforma), en un respiradero calado de una habitación y al menos en dos grafiti incisos en sendas habitaciones.

Teníamos un edificio raro, diferente, con símbolos religiosos. Pero la clave para entender su función la encontramos en una habitación de la primera planta, cuyas paredes tenían muchos grafiti, la mayoría escritos a lápiz en la pared que daba a la calle Archivos, a ambos lados de la ventana. Lo más frecuente es encontrar grafiti incisos con un punzón, pero no es normal que casi todos ellos estén dibujados a lápiz. Tampoco es normal que consistan, sobre todo, en largas listas de nombres, casi todos ellos femeninos. Y encima o debajo de esas listas, apareció la explicación de todo: “Colegio de Santa Marta”, una frase escrita repetitivamente por doquier.

Por Jaume Soler Soriano sabemos que en el s. XIX hubo una “Academia Santa Marta” en la calle Archivos, a la que se desplazaban los profesores del Instituto de Alicante para examinar a los alumnos de Bachillerato, pero hasta ahora no sabíamos dónde estaba exactamente. Ahora cobran sentido el zaguán (para la espera de los padres) con la cancela corrida con llave (para controlar el acceso y la salida del alumnado, sobre todo de los internos), la pequeña habitación con ventanuco (donde sin duda vivía el conserje, y desde la que controlaba todo lo que ocurría en el zaguán), las grandes cocinas (que en realidad eran a la vez comedores de chicas y de chicos, por eso eran tan grandes); y los símbolos religiosos, ya que su fundador, Pedro Juan Llorca, era presbítero. Además, la investigación se ha desarrollado junto con el Archivo Municipal, donde se conserva copia de un “Reglamento del Colegio de 2ª Enseñanza Santa Marta”, donde se afirma que se fundó en 1874 y que “el colegio se gloria de ser Católico Apostólico Romano, y se somete gustoso a la censura del Diocesano y sus delegados”. Se trata, por tanto, de una escuela de marcado carácter religioso.

La clase donde se han encontrado los grafiti era la de chicas, en el primer piso, y hay que suponer que en la planta baja estaban las aulas de los chicos, aunque no se han conservado sus grafiti. Sabemos por el Reglamento que había alumnos internos, que vivían en el colegio, seguramente en las habitaciones de la planta superior. Como curiosidad, los alumnos estaban obligados “a usar dentro del colegio el idioma castellano”, como es habitual en las clases pudientes del siglo XIX, pero algunas alumnas se saltaron la prohibición de usar el valenciano cuando espontáneamente escribieron con sus lápices en las paredes.

Los grafiti se han fotografiado en alta resolución y algunos se han extraído para conservarlos en Vilamuseu. Es curiosa la frecuencia con la que la gente escribe o graba fechas en paredes antiguas, y esta habitación no era una excepción: el primer enlucido de yeso de la gran reforma de la casa que se hizo para convertirla en colegio nos da fechas de 1877 y 1884, solo tres años después de su inauguración; mientras que el enlucido más reciente nos da varias fechas de 1899: “Rafael Ramos de Colegio de Santa Marta dejó de benir día 9 de febrero de 1899”, nos dice uno de los grafiti. En otro rincón, una chica dibujaba a una mujer con moño y gafas (¿una profesora?). “Esperanza Mayor y Beatriz Baldó son las chicas más guapas del colegio y las de la familia de (…) son las más feas…”, reza en otro lugar, y así docenas de líneas que ahora debemos transcribir y calcar digitalmente, para recuperar este testimonio espontáneo de nuestra historia que escribieron varias promociones de estudiantes desde hace más de 140 años.