La continuación de las excavaciones en 2024, para su finalización, codirigidas por la Empresa Alebus Patrimonio Histórico y el Servicio Municipal de Arqueología, ha permitido tener una visión global de la intrincada serie de fosas y muros, y comprobar que aquellas siguen las vetas de cantos de terreno geológico de la zona. Es decir, son lenguas de gravas de aluvión del período Cuaternario, alternadas con arenas y arcillas, que se formaron por la erosión y arrastre de la piedra de las montañas del interior en dirección al mar.
A la vez, el reciente hallazgo de un tramo bien conservado de una calzada de la ciudad romana de Allon (situada bajo el casco urbano de Villajoyosa) en el solar de la calle Requena, 17, ha aportado una pista fundamental para entender el sentido de estas extrañas fosas. El equipo investigador ha podido comprobar que los cantos de la calzada son de la misma piedra caliza y calibre que los que aparecen en las fosas; por lo que estas, que se acercan hasta solo 5 metros del firme de la calzada, debieron ser una cantera de áridos destinados a pavimentarla. Es más, las canteras y la pavimentación de la calzada coinciden en fecha, entre el siglo I a. C. y principios del siglo I d. C., a falta del estudio detallado de los materiales. Esta obra pública nos habla de la importancia urbana de Allon mucho antes de recibir la categoría de municipium de manos del emperador Vespasiano en 73/74 d. C. Debió tener ya la categoría de oppidum latinum, con instituciones capaces de promover la pavimentación de esta calzada, una especie de carretera comarcal romana que unía Allon con su territorio (la comarca de la Marina Baixa) por la costa. Es decir, conectaba la ciudad con otros yacimientos conocidos, como las importantes villas romanas de El Albir en Alfàs del Pi o La Pila, en Altea, entre muchos otros. Con 3,5 m de ancho, era apta para la circulación de carros en ambos sentidos, y fue la precursora de la actual N-332 a su paso por la Marina Baixa. Esta calzada romana acababa en Altea. Para para pasar a la Marina Alta no hubo, hasta la construcción de los puentes y túneles de Mascarat a finales del el s. XIX, más que un dificilísimo camino de herradura, solo apto para mulos y personas a pie, no para carros, por el collado de Calpe.
La cantera se abandonó tras la realización de la calzada y prácticamente un siglo después, a finales del siglo I d. C. o principios del siglo II d. C., se construyeron los grandes muros de cimentación en el fondo de las fosas de la cantera, y luego se rellenaron las fosas con tierra, para que el terreno aguantara y para que los cimientos de la nueva villa no se movieran por la existencia, debajo, de esas grandes fosas rellenas. Sobre las fosas, se levantaron entonces los pavimentos y los ricos muros, pintados con imitación de arquitecturas y paisajes de árboles y animales, que ahora se están recuperando.