La situación del santuario íbero y romano de la Malladeta, activo entre aproximadamente los años 350 a. C. y 80 d. C., guarda una estrecha relación con los equinoccios. Los íberos buscaban un elemento en el paisaje que pudiera medir el desplazamiento del sol y marcar el inicio del año astronómico, algo fundamental para fijar la fecha de actividades agrícolas de las que dependía la supervivencia, como la siembra. En este caso este hito en el paisaje es la isla de Benidorm, por la que aparece el sol únicamente en los equinoccios. En otros santuarios íberos el sol sale por hitos geográficos muy evidentes, como la cumbre de una montaña o el fondo de un valle, pero este es el único caso conocido en el mundo íbero en el que aparece por una isla.
Hay que puntualizar que los íberos no conocían la fecha exacta del equinoccio astronómico, que requiere unos cálculos muy avanzados, por lo que tenían en cuenta la línea media exacta entre los dos extremos del desplazamiento del sol en el horizonte, que son los dos solsticios (de invierno y de verano). Esta línea que marca lo que llamamos el ‘día mitad entre solsticios’, y se utilizaba para fijar el inicio de año y el calendario agrícola. Por las investigaciones realizadas gracias al convenio entre el Ayuntamiento de la Vila Joiosa y el Instituto de Astrofísica de Canarias se ha constatado que esta primavera el día mitad se produce el 22 de marzo, dos días después que el equinoccio astronómico y por ello se han realizado hoy las actividades.
Hemos comenzado la celebración del equinoccio a las 06.30 de la mañana con una sesión de yoga impartida por Alicia Llorente. Ésta ha consistido en diferentes asanas de Hatha Yoga, Sungazing (mirar al sol) en el momento justo de la salida del sol y meditación. Por último se ha realizado el saludo a las cuatro direcciones, una antigua danza de los indios Cherokees.